Estrella Madre by Giuseppe Caputo

Estrella Madre by Giuseppe Caputo

autor:Giuseppe Caputo [Caputo, Giuseppe]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789878387109
editor: Penguin Random House Grupo Editorial Colombia
publicado: 2020-08-25T00:00:00+00:00


Su voz llenó la casa

Desde la puerta de mi casa, el cojín, solo en el suelo, hace que el mundo se vea solo. De pie sobre el cojín, en cambio, la casa no parece vacía: parece, sí, que está próxima a llenarse de cosas, que yo estoy llegando apenas —mudándome apenas, asentándome apenas—: que hay un tiempo y un mundo que están por comenzar. La creación a punto de ocurrir.

El teléfono, me da la impresión, ha muerto. El tono, sin embargo, está: cuelgo rápidamente por si está llamándome —mi madre no me llama—. Entonces le pido a mi amiga que esté pendiente del teléfono: “Estoy afuera lo que me demore en pagar”. Durante el silencio que hace, saco dinero de la cajita: dos billetes, los medianos, y cinco monedas pequeñas, la suma exacta del servicio. Miro, de reojo, cuánta plata queda —no quiero ver, no quiero ver—: hay tres billetes grandes, quizás cuatro, y muchas monedas, casi todas cobrizas, que es el color de las más pequeñas. Renace mi angustia, tic, tac, tic, tac… Me siento solo.

Como Luz Bella sigue en su silencio, saco la cabeza y la tuerzo hacia el oeste: “Amiga, ¿me oíste? No me demoro nada”. Sólo llegan las voces del televisor, alguien que dice: “Te amo”, y otro que grita: “¡Eso es mentira!”. Ni una palabra de Luz Bella. Antes de salir, de frente al teléfono, que está a mis pies, le digo a mi madre: “Estás tardando mucho”. Pero cuando cierro la puerta y empiezo a caminar por el pasillo, decido regresar. Pego la oreja a la puerta. Recostado en la madera, seguro de que ella ha esperado a que me vaya para llamar por fin, me quedo pendiente del timbre. No suena.

Por la puerta de Luz Bella se cuelan voces de la pantalla: las mismas dos personas siguen hablando de amor. Dos golpecitos y digo: “Amiga, dejé la puerta sin seguro”. Y pregunto: “¿Contestas si suena?”. Mi amiga grita: “¡Déjame en paz, ya te dije que sí!”. Más tranquilo, entonces, camino a las escaleras. Cuando empiezo a bajarlas, escucho que dice: “Ya eso no fue”. Me pregunto si Luz Bella habla de mi madre y su regreso, o de las personas que tiene al frente, en su espejo y televisor.

A la salida del edificio, veo a Próspero hablando con alguien —un hombre que busca una dirección—. Quiero darle las gracias por el huevo; quiero decirle que su regalo no compensa sus presiones. Antes de que pueda hablarle, Próspero dice al peatón: “Si está buscando casa, en este edificio hay lugar. Ese apartamento está disponible”. Señala mi ventana. Mientras pienso si debo o no responder, insultarlo quizás, me parece escuchar el timbre del teléfono. Me concentro: el ruido de la obra, que antes no oía, se ha hecho mayor —es la voz de un obrero, que parece discutir con la grúa—. Me tapo una oreja para aislar la construcción: el teléfono, sí, está sonando. Hecho una sonrisa, miro hacia mi casa. “¡Luz Bella!”, empiezo a gritar.



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